En Colombia estamos empecinados en construir un crisol de regulación contable propio, pero antepuesto al del nuevo orden mundial contable. Ya la historia parece darle la razón a esta afirmación cuando nos cuenta las múltiples copias y traducciones hechas desde todas las doctrinas regulativas. No obstante que este propósito quijotesco siempre nos ha llevado a un círculo vicioso de donde no hemos podido salir, todo sigue igual.
En este desgastante intento hemos visto esfumarse muchos liderazgos que emergieron en coyunturas de discusiones temporales. Los poseedores de este liderazgo efímero siempre han sido jóvenes entrenados para el discurso reactivo, los cuales han sido impulsados siempre por filósofos contables sin formación ni experiencia intensiva en la realidad económica del mercado de trabajo y del ejercicio profesional. Sin embargo estos últimos filósofos contables si subsisten, y se reinventan a ellos mismos en cada brinco generacional.
La Academia ha querido tomar el liderazgo y nos ha dado una clase emergente de contadores con discurso de todo tipo. Estos contadores han tenido un a brillante participación con sus habilidades comunicativas e intelectuales, pero la exclusión social y política no los deja salir del armario del anonimato gremial, ni de las da credenciales para relaciones internacionales
No hemos sido capaz de abandonar el pulso politiquero, que heredamos desde el derrumbe propositivo de las dos corrientes ideológicas nacientes desde la influencia del marxismo: el comunismo y la socialdemocracia. Los primeros no pudieron acabar con el estado capitalista ni con el uso de la fuerza, y los últimos no han podido levantar un discurso creíble contrapuesto al nuevo orden mundial, ni siquiera desde el partido liberal.
En estos tiempos estamos casi en presencia de un 666 de la Contaduría, que nos dice el camino que hay que seguir. ¿quien es?
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