En un mundo que está discutiendo la aplicación de regulaciones contables basadas en principios o en reglas. En este mundo que muestra que cualquier aleteo de mariposas sobre los estados financieros de alcance global, producen tsunami que golpean nuestras costas tercermundistas y hacen temblar nuestros majestuosos Andes. En un mundo donde el aprovechamiento de la tecnología de información hace de nuestros profesionales jóvenes un potencial de competitividad. En este mundo tan complejo y tan intercomunicado, todos nosotros los contadores colombianos deberíamos humildemente tener nuestras preocupaciones girando alrededor de la medición de la idoneidad y el aseguramiento de la calidad de nuestro ejercicio profesional.
La división de los contadores colombianos alrededor de cuestiones diferentes a nuestras oportunidades profesionales nos distraen y nos hacen insultarnos los unos a los otros alrededor de discusiones discrepantes como la renovación de una tarjeta profesional y de una solicitud de una autoridad de la nación para participar en el juzgamiento disciplinario de los contadores cuando puedan ser merecedores de sanciones penales. Si bien todos estos asuntos tienen mucho impacto político e incomodan por su interpretación de amenaza gremial, no son determinantes para el futuro de la Contaduría Colombiana.
Si nos preocupa la intención de una autoridad en participar en el juzgamiento a nuestras faltas contra la fe pública, también nos debe preocupar el posible juzgamiento que nos haga la opinión pública por el tratamiento que nos damos como colegas y la eterna polarización de nuestra profesión. Una cosa es ejercer el derecho de crítica, pero otra cosa es tratarnos irrespetuosamente.
Si nos preocupa la expedición de nuevas tarjetas por su cariz de medida inapropiada e inoportuna, también nos debería preocupar su expedición hacia aspirantes no idóneos y el mantenimiento de ellas por parte de profesionales desactualizados o de perfil antiético. Y también nos debe preocupar el ejercicio profesional con limitaciones regulativas y orientativas. Y también nos debería preocupar la poca actividad gremial de los portadores de las tarjetas.
Para conjurar estas maldiciones yo propongo lecturas como estas:
ARTICULO 54. El Contador Público debe tener siempre presente que el comportamiento con sus colegas no sólo debe regirse por la estricta ética, sino que debe estar animado por un espíritu de fraternidad y colaboración profesional y tener presente que la sinceridad, la buena fe y la lealtad son condiciones básicas para el libre y honesto ejercicio de la profesión.
ARTICULO 58. El Contador Público deberá abstenerse de formular conceptos u otras opiniones que en forma pública, o privada tiendan a perjudicar a otros Contadores Públicos, en su integridad personal, moral o profesional.
Pero también propongo propiciar espacios para los comentarios críticos hacia los sistemas académicos, gremiales, regulativos, orientativos y otros relacionados con la profesión contable, para que no se satanicen las posiciones críticas confundiéndolas con tratamiento irrespetuoso entre colegas.
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